¿Debemos repensar nuestras vacaciones?
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¿Debemos repensar nuestras vacaciones?
Tareas del hogar, salir de casa, trabajar, responsabilidades laborales, regresar a casa, tareas del hogar, ocio, descansar, comer, dormir, ir al baño. Y vuelta a empezar.
El ritmo frenético de la mayoría de habitantes de las ciudades europeas hace que vivamos gran parte de nuestros días deseando las vacaciones. Pasamos más tiempo planeando esos días de descanso que el propio tiempo de descanso. Algo que, por otra parte, parece natural puesto que las vacaciones están consideradas como el premio merecido a nuestro esfuerzo durante el resto del año.
Sin embargo, hay destinos veraniegos que parecen estar en la mente de todos. Lugares como Barcelona, las islas Griegas, Niza, el sur de Italia o el Algarve portugués son cada año puntos masificados de turismo, donde la población local debe convivir con una fuerte población vacacional. La Organización Mundial del Turismo calculó que para para lo que queda de década el flujo de turistas internacionales rondará los 2.000 millones de personas. Una situación que ha provocado que las administraciones nacionales y regionales hagan una reflexión para lograr un turismo sostenible que evite restricciones y problemas.
Europa busca planes alternativos
Por ejemplo, en Italia, uno de los países más visitados del mundo, enclaves como Portofino en la región de Cinque Terre han introducido una multa económica para que aquellos que bloquean el camino en los peatones, ya sea porque forman grupos numerosos o se detienen un tiempo excesivo para tomarse fotos. O en Venecia, donde optan por disuadir a los visitantes con el incremento de tarifas de entrada entre los 3 y los 10 euros para acceder a la ciudad y sus islas.
En países como Portugal, los turistas que van a sus playas y deciden poner música a un volumen elevado, podrían ser sancionados con multas que van desde los 200 hasta los 36.000 euros.
Y es que parece importante el respeto por las costumbres locales y el civismo, respetando las normas de cada lugar, como en la isla de Mallorca, donde algunos vecinos se quejaron porque los turistas paseen en bañador o bikini por los centros urbanos, cuando la mayoría de ordenanzas municipales prohíben camina “desnudo o semidesnudo” por las calles. España, según cifras de la Agencia EFE, obtuvo en junio de este año la visita de 8,3 millones de turistas internacionales, un 10,9 % más que en el mismo periodo de 2022.
El caso de la capital de Países Bajos
Después de dos años de restricciones de viajes por la pandemia, Ámsterdam ha vuelto a ser la que era: turistas en masa arrastrando maletas por el carril bici, y vecinos hartos que buscan vecindarios acogedores a las afueras de la capital neerlandesa. De esta forma, las autoridades quieren reducir un turismo que, por otro lado, deja mucho dinero en los negocios locales.
Las prohibiciones de fumar fuera de los puntos establecidos se han endurecido, así como las de ensuciar la ciudad o mear en la via pública. Ámsterdam lanzó una campaña contra lo que denomina “turismo molesto”, destinada a hombres británicos de entre 18 y 35 años que acuden a la capital para “desmadrarse”, en particular en De Wallen, el antiguo centro de la ciudad que incluye el Barrio Rojo. Uno de los videos muestra a un joven desmayado en un banco, mientras un paramédico le coloca una máscara de oxígeno para llevarlo al hospital en ambulancia. “Llegar a Ámsterdam a consumir droga + perder el control = un viaje al hospital + daño de salud permanente = familia preocupada”, dice el texto. “Mejor no vengas”, añade.
Un contexto para que a la hora de planear las vacaciones recordemos la definición de turismo sostenible de la ONU:
“El turismo que tiene plenamente en cuenta las repercusiones actuales y futuras, económicas, sociales y medioambientales para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del entorno y de las comunidades anfitrionas.”
Una fotografía tomada con dron muestra el Castillo Bourtzi en Nauplia, Peloponeso, Grecia. EFE/ Bougiotis Evangelos