La caligrafía reclama su espacio en la era digital
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La caligrafía reclama su espacio en la era digital
Antaño, el arte de escribir las letras de manera bella y correcta era uno de los oficios más prestigiosos.
Su nombre era caligrafía, término que también hace referencia al conjunto de rasgos que caracteriza la escritura particular de cada persona.
Inmersos en pleno siglo XXI, la digitalización ha ido cerrando la puerta a la creatividad y a la elegancia de la escritura: los documentos digitales han sustituido a los cuadernos, las cartas se han transformado en e-mails y los power points han arrebatado su espacio a las presentaciones en papel. Incluso en vacaciones, la facilidad de enviar contenidos audiovisuales al instante ha condenado al olvido a las postales, en las que el visitante imprimía de su puño y letra sus experiencias para compartir sus viajes con sus seres queridos.
En esa balanza en la que la tecnología se ha ido imponiendo al mundo analógico y lo digital al trabajo artesano, la caligrafía quiere reescribir un año más su propia historia como un arte imperecedero con la celebración de su Día Mundial. Una festividad que reivindica desde el año 2017 esta tradición milenaria que tuvo su origen en China en el año 200 a.C y que es reconocida hoy como una herramienta imprescindible en el desarrollo cognitivo de los niños, pues contribuye a potenciar la comprensión de lectura al tiempo que estimula la creatividad.
La escritura a través de la Historia
Y es que, cada caligrafía ilustra a la perfección una determinada idiosincrasia. Desde el trazo reconocible y único de la tradición oriental, pasando por la caligrafía árabe, considerada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, hasta la belleza y elegancia de la escritura occidental, cada cultura plasmaba en el papel la particular forma de comunicarse entre sus pueblos mediante letras y caracteres.
Ya sea a través del trazo que confiere una pluma, un pincel de tinta, un cálamo e incluso una pluma estilográfica, la caligrafía adquiere también el poder de retrotraer al lector a una época pasada. Entre los caballeros, los juglares, los reyes y los artesanos presentes en las ferias medievales de España, es frecuente también encontrarse con la figura del copista o guardián de las letras, quién sella en su pergamino los secreto de la caligrafía invitando a descubrir una forma de comunicación pasada.
EFE/Eduardo Cavero