Julia.
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Julia.
Desnuda frente al espejo Julia sonreía. El brillo de sus ojos destellaba entre sus pupilas azules. Con una sutileza exquisita, levantó el brazo derecho acercando su delicada mano hacia la cabeza. Despacio, la deslizó por el cabello deteniéndose a jugar con un tirabuzón. Detuvo el gesto de inmediato cuando bajó su mirada hacia su pecho desnudo. Abrió la boca a modo de asombro. ¡Cuánta belleza y juventud desprendía!
Despidiéndose de su cabello, rozó su ovalado rostro para pasar a detenerse en el hueco clavicular. Tecleando tímidos círculos acarició su esternón, atreviéndose a posar la palma de la mano en el seno izquierdo. Un cosquilleo erizó la piel de todo su cuerpo. Mientras contenía la respiración, observando que no fuera observada, Julia se llevó la mano izquierda a su boca. Se acarició los labios: ardientes, suaves y húmedos.
Abandonando el tacto de su pecho, presionó su vientre: plano, terso, vibrante…
―¿Madre? ― le llamó dulcemente su hija.
Julia giró lentamente la cabeza para mirarla.
―¡Madre, se va a enfriar! ― recriminó mientras le tapaba con una toquilla.
Julia volvió a mirar hacia el espejo. Elevando sus mejillas, alargó su brazo torpemente para despedirse de aquella muchacha llena de sensualidad. Poderosa feminidad.
―Vamos madre. Tiene que soplar las velas. Hoy cumple ochenta y un años.
Foto de Luke Braswell en Unsplash